Una Canción.
13 de octubre de 2010.
Los presentes apuntes de bitácora tienen la intención de narrar en cierta medida el evento que tuvo lugar al interior del taller de reflexión sobre la creación artística, en base a cada una de las sesiones, lo que nos permita ir teniendo un registro de lo ahí discutido y vaya planteando sus cauces y devenires en relación principalmente a las problemáticas de la creación.
No se trata pues de un minucioso registro, a la manera de una radiografía que desentraña los más mínimos detalles de un cuerpo; se pretende la elaboración de una postal tal vez, un pequeño retrato o esbozo que dibuje los alcances del estudio que cada sesión se propone. A fin de cuentas, parte de la naturaleza del taller es justamente que su estructura y dinámica se resuelvan en el intento y en el acto de cada reunión.
Aquí surge una problemática particular al respecto, para Darío resulta preocupante que el taller devenga en un exceso intelectual que se pierda en un discurrir dialéctico, situación que se atisba al abusar de una reflexión histórica en las discusiones hasta el momento sostenidas sobre los problemas en el ámbito de las disciplinas artísticas.
Coincidimos en el peligro apuntado, al tiempo que mi postura se emplaza al proponer que si bien es imperioso cuidar el riesgo señalado, las mínimas referencias históricas proveen un punto de partida a la discusión que enmarque sus posibilidades objetivas y tampoco nos haga caer en el exceso de la particularidad frente a las temáticas.
Así se establece dentro del estudio, que la definición de Canción como disciplina tiene que voltear los ojos a su referencia histórica, donde Juan Tejada apunta la posibilidad de que la poesía (escritura/lectura) pueda surgir de la canción y no al revés. Este punto se pone en la mesa como parte del Quid de la definición de la Canción por separado de los terrenos musical y literario que le atañen.
Así como en la dramaturgia existe una problemática de definición al separarla de la literatura por su naturaleza de potencia escénica y no de lectura como fin en sí; la Canción respecto de la música (discurso abstracto) y de la literatura (discurso objetivo) encuentra su definición que le guarda un lugar propio a partir de la dicotomía en la que utiliza ambos discursos y consigue una sola percepción que globaliza los signos utilizados.
Entonces, ¿en que radica la capacidad asertiva de la Canción?
Si la letra de la canción y su música llegan al mismo punto en la percepción de quien la escucha, podría ser un punto de partida en la definición de acertividad.
Si el hecho de la suma de los lenguajes (abstracto de la música y concreto de la escritura) es la que propone su definición, resulta el valor de significado objetivo su plus frente a la música. Es decir, la significación que se logra de la música es abstracta, mientras que la significación que se logra con el lenguaje de las palabras es concreto, objetivo.
Aquí entramos en el tema del suceder y es entonces que el interpretar tiene un valor predominante en la canción. Se apunta: la capacidad de identidad (identificación del receptor con lo que presencia) que logra la canción, está ligada a su condición democrática, esto es la apertura y amplitud de rango en la posibilidad de compartirse sin mayor noción de la disciplina. De ahí su condición que la liga profundamente a la tradición y sus conquistas culturales que perfilan la identidad como máximo logro.
En su separarse del elitismo propio de la música (toda aquella que no es canción) y de la literatura, su conflicto actual se vislumbra en la tradición misma. Esto es, en el conflicto entre tradición y una mala tradición: aquella que apela a su popularidad pero sin brindar más elementos que cuestionen o pongan en jaque quiénes somos. Así, los fenómenos culturales que relacionan inmediatamente un sector social a determinado estilo de canción (hablemos de los corridos, por ejemplo) terminan por agotar su posibilidad artística al negar la identidad y las posibilidades del reconocernos por virtud del cuestionamiento, en la gratuidad de lo esquemático y el solipsismo.
A manera de conclusión (cierre de la sesión, más que concluir la problemática a discutir) volvemos al poderío de la interpretación, es decir cómo la obra opera en el receptor y como esto no es necesariamente intrínseco a la obra y viceversa. Por eso es que canciones en un idioma ininteligible para alguien puedan operar en dicha persona de manera efectiva o al revés.
Así pues luego de leer una canción que Darío ofrece al taller, insistimos en la necesaria interpretación de su canto, lo que concluye que la potencia de la Canción no está en la suma de su significación sobre lo abstracto de la música sino en su interacción de sentido.
Queda para otra sesión abordar los problemas sobre la construcción en sí de una canción.
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